¿Más cerca?

Nueva ley de semillas. La palabra oficial.

 

Dos preguntas


Una nueva norma legal destinada a regular el mercado de semillas en nuestro país parecería estar más cerca de concretarse. Así surge de las respuestas a dos preguntas que al respecto Avance Agroindustrial le formulara a Obdulio San Martín, actual presidente del Instituto Nacional de Semillas (Inase): ¿Cuál es hoy la real perspectiva de la sanción de una nueva Ley de Semillas? ¿Cuál es su ponderación del impacto productivo de dicha actualización?
De las palabras del funcionario podemos deducir que desde el Estado nacional se admite que, en este caso, oportunidad, necesidad y conveniencia justifican avanzar en ese sentido.

Dos respuestas


De Obdulio San Martín en exclusiva para Avance Agroindustrial

 

  • La perspectiva

Está en el ánimo y en la comprensión del Ministro de Agricultura, Julián Domínguez, la decisión de normalizar la producción, la comercialización y el uso legal de semillas debidamente fiscalizadas. Desde el Inase -y desde ya, con mi convicción personal acerca de su necesidad- estamos trabajando en ese sentido. Venimos bregando desde hace 20 años en Argentina por la actualización de la norma sin lograr los acuerdos necesarios y, por lo mismo, cada vez más atrasados respecto de lo que se está haciendo en otros países, injustamente, diría, dadas nuestra propia conveniencia y probadas capacidades.

Cuando hablo con el ministro Domínguez, me dice que para él sería un sueño –y por supuesto, para mí también- contar con una nueva ley. El objetivo es, diría casi en sus mismas palabras, revertir este círculo vicioso de avances y retrocesos por el que cada vez tenemos menos competitividad como país, y volver a poner a Argentina en los primeros puestos en este tema de mejoramiento y tecnología de semillas. Necesitamos un nuevo marco legal que contemple todos los aspectos que ese objetivo requiere para lograr que, sin afectar el derecho al uso propio por parte del productor, especialmente en el caso de las especies autógamas, el efectivo reconocimiento a los derechos del obtentor incida positivamente en el progreso de la actividad.

El agro argentino es, todavía, si no el más competitivo, de seguro uno de los primeros a nivel mundial. Nuestros productores en general son ávidos adoptantes de conocimiento y nuevas tecnologías, pero venimos perdiendo terreno a raíz de esta carencia. Ante los efectos del cambio climático hoy la agricultura enfrenta nuevos desafíos. Necesitamos crear variedades que tengan más rendimiento, más estabilidad, más tolerancia y resistencia a enfermedades, insectos, malezas, estrés hídrico; en fin, nuevos materiales para los diferentes ambientes, climas o suelos. Se trata de generar más y mejores opciones para que el productor logre incrementar y sostener su productividad. Y eso no está ocurriendo.

Contamos con una gran capacidad para la investigación y el desarrollo de nuevas y más eficaces alternativas tecnológicas, entre las cuales la semilla ocupa un lugar preferencial. Y entre el obtentor y el productor existe en el país un amplio y afiatado sistema de semilleros multiplicadores capaz de garantizar la difusión de nuevas variedades fiscalizadas. Aun así, estamos retrocediendo. Si queremos terminar con que Argentina pierda posiciones frente a otros países en cuanto a su competitividad en los diferentes cultivos, debemos salir de este círculo vicioso.

Si tengo que responder puntualmente a la primera pregunta de esta charla, lo que tengo para decir es que en lo que respecta a la voluntad del Estado en este tema, la perspectiva es alentadora. Desde el Inase estamos trabajando firmemente en ese objetivo.

  • Impacto económico

No es sencillo el cálculo exacto de los números implicados en la reactivación de la cadena, pero seguramente son positivos. Para una ponderación de su conveniencia basta observar el panorama del contexto, comparar y darnos cuenta, en primer lugar, de lo que nos estamos perdiendo. Y ya sabemos cuánto necesitamos revertir eso.

Quisiera expresar que el impacto no solo es económico sino también social y tecnológico (conocimiento); basta ver los cientos de semilleros multiplicadores que existen en el interior, con sus técnicos, administrativos, inversiones. Hoy seguimos fiscalizando volúmenes similares a los de hace 15 años, ¡imaginemos lo que se avanzó en tecnología en ese mismo periodo!

 

Panorama


En Brasil la legalidad está en un 70%; el sector se ha volcado muchísimo a la compra de semilla fiscalizada, porque está viendo los beneficios. Y exigen calidad. Allá ya no es posible vender una semilla con menos del 90% de poder germinativo, con un vigor  superior al 70%, atamañada y tratada, para un uso de entre 40 a 50 kilos por hectárea. Por las tecnologías que trae, la semilla de soja -por citar un caso- se asemeja cada vez más a la del maíz en este aspecto: una semilla cara pero que contiene una cantidad de conocimiento y tecnología que se expresa claramente en el rendimiento en campo. Tenemos muchísimo que trabajar en este sentido.

Uruguay tiene el  85% de reconocimiento a la propiedad intelectual; Paraguay ha caído un poco: supo estar en el 50% y ahora está entre el 30% y el 35%. Y Bolivia, midiendo como lo hacen ellos, está en un 60%.  En Argentina estamos en el 20%.

Estudios comparativos en inversión en mejoramiento de soja (medida en USD/ha) indican que, mientras en Estados Unidos -con un índice de 98% de legalidad- da 5 USD/ha; en Brasil -70% de legalidad-  entre 3,5 y 4 USD/ha; y en Argentina -20% de fiscalizada + 15% de regalía extendida (sistema entre privados)- 1 USD/ha. Nos guste o no, esto va relacionado con la ganancia genética que tienen los programas para estos países. Si hablamos del 1% de ganancia genética por año, en 10 tendremos 10%. En ese mismo período Estados Unidos – a razón de 1,6 o 1,7% anual- habrá logrado el 17%. En Brasil, con regalías más caras que en Argentina, ocurre más o menos lo mismo. Ponerle un número se puede en lo teórico, pero en definitiva es esto: en diez años te quedaste en el 50% de la ganancia genética que logran Brasil y Estados unidos. Es altísimo.

 

Una carrera hacia atrás


En general tendemos a usar la soja como ejemplo, pero también hay que considerar que lo mismo está ocurriendo con otros cultivos, como algodón, arroz, arveja -actualmente en expansión- maní y otras legumbres, cebada, caña de azúcar, y ni qué decir del trigo. Si hoy pensamos en el norte del país como zona triguera diremos que es difícil, pero en realidad se puede; de hecho, Brasil comienza a perfilarse como competidor también en trigo, ¡y está desarrollando programas de mejoramiento en el Cerrado!

 

Un círculo vicioso


Debemos revertir esta situación que limita nuestro crecimiento, volver a estimular la inversión en programas de mejoramiento. Hoy no escuchamos a las empresas, nacionales o transnacionales, hablar de programas de inversión aquí en Argentina. Y otras, grandes, han decidido retirarse de este mercado.

Sin garantías de legítimo retorno no hay posibilidades racionales de inversión, y sin inversión no es posible impulsar la investigación y el desarrollo que han llevado al país a los primeros puestos mundiales en la materia. Y ese desaliento se transmite a toda la cadena. Nuestros programas de mejoramiento se han reducido prácticamente a la mitad.

El desaliento a la inversión también afecta la actividad de los semilleros multiplicadores, que tampoco van a invertir en las nuevas tecnologías que hoy existen -mesas vibradoras, caracoles, mejoras en la clasificación y sistemas de distribución, servicios de TPS-, afectando el impacto económico y social que estas empresas generan en materia de empleo y actividades secundarias en las localidades en las que operan.

Y finalmente incide en las decisiones que por la incertidumbre y la pérdida del rédito posible de sus esfuerzos adopta el propio productor y lo lleva a prolongar indefinidamente el uso propio de la semilla, adquirirla muchas veces de manera ilegal y conformarse con calidades regulares.

El aporte de nuevos materiales es fundamental para explorar diferentes ambientes productivos. En la actualidad, con un clima cada vez más extremo, el productor  ve incrementar los riesgos en cada siembra ; debemos lograr mayor oferta de germoplasma y tecnologías para que pueda elegir la que mejor se adapte a sus condiciones de producción.

Este es el círculo vicioso que podemos y debemos revertir para devolver a la Argentina a los lugares de liderazgo en los que supimos y podemos estar. El país necesita generar divisas y este es uno de los caminos. Es posible dando previsibilidad a los eslabones de la cadena.  No estamos tan lejos. Es el anhelo y la voluntad del ministro Julián Domínguez, y desde el Inase estamos trabajando para lograrlo lo antes posible.

 

   www.eeaoc.gob.ar/category/cana-de-azucar/vitroplantas/

 

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